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Alonso Rodríguez
Marjorie Gutiérrez
José Guzmán

SISTEMA EDUCATIVO COSTARRICENSE Y EL ROL DEL PSICÓLOGO EDUCATIVO

El devenir histórico de La Educación en Costa Rica, permite visualizar un país preocupado por la educación de sus pobladores.  Según Molina (2007), años previos al suceso de la independencia, se registran intentos importantes por establecer centros educativos para los hombres.  Luego de la independencia y a pesar de ser la provincia más alejada de la Capitanía General de Guatemala, es Costa Rica la primera de todas las provincias en organizarse políticamente y en establecer las pautas claras de su sistema educativo.  Ya para finales del siglo XIX, el país había dado pasos agigantados en temas como la educación de ambos sexos, establecimiento de consignas claves de la educación como su obligatoriedad y condición gratuita, apertura de centros de preescolar, primaria y secundaria, formación técnica y educación superior, así como la formación docente y todo un sistema de financiamiento y detección de las necesidades de la época con el fin de extender la opción de una educación para todos.

En contexto general del siglo XX en el ámbito educativo, sigue significando para Costa Rica una escala de crecimiento, con la apertura de un gran número de centros educativos y el establecimiento de las bases para un sistema educativo, en términos generales, de calidad.  En 1957, se da un logro fundamental para el país y es la emisión de  la Ley Fundamental de Educación, la cual establece con claridad el rumbo que debe seguir la educación en Costa Rica en cuanto a la formación de los ciudadanos:

Artículo 2.- Son fines de la educación costarricense:

a) La formación de ciudadanos amantes de la patria, conscientes de sus deberes, de sus derechos y de sus libertades fundamentales, con profundo sentido de responsabilidad y de respeto a la dignidad humana.

b) Contribuir al desenvolvimiento de la personalidad humana.

c) Formar ciudadanos para una democracia en que se concilien los intereses del individuo con los de la comunidad.

d) Estimular el desarrollo de la solidaridad y de la comprensión humanas.

e) Conservar y ampliar la herencia cultural, impartiendo conocimientos sobre la historia del hombre, las grandes obras de la literatura y los conceptos filosóficos fundamentales.

Estos fines, que aún hoy, 57 años después, rigen el sistema educativo costarricense, dictan claramente el perfil de ciudadano que sea desea formar y bien admite una  posición optimista en torno a lo más importante en este proceso y es la formación del estudiantado.

Sin embargo, el instaurar estos pilares en la aplicación real del Sistema Educativo ha sido una labor complicada  y llena de obstáculos.  Según Molina (2007), históricamente han existido irregularidades.  En el siglo XIX, si bien es cierto hubo un crecimiento en la formación de un cuerpo docente de calidad, estuvo muy marcado por diferencias de género, dentro del cual, los hombres tendían a recibir entre más salario que las mujeres, los hombres eran designados para los puestos de dirección y dentro del Ministerio de Educación y por lo general constituían los tribunales para realizar las pruebas orales (por lo cual se les pagaba muy bien.  Para el siglo XX, la mayoría del cuerpo docente era femenino, pero a la vez discriminado ya que a las mujeres se les creía intelectualmente inferiores.

 

El tema de salarios, siempre ha marcado desventaja para los educadores.  En sistemas educativos exitosos, los salarios docentes son altamente competitivos, mientras que en Costa Rica, históricamente puede afirmarse lo contrario.  Según Molina (2007), el  sector de los educadores percibía menos dinero que aquellos que se dedicaban a otros oficios, así se  explica a continuación:

“El salario promedio de un maestro, a inicios del siglo XX, podía oscilar entre 40 y 60 colones al mes, una suma que era superior a lo que podían ganar los jóvenes aprendices varones en el mundo artesanal y obrero.  Estos últimos, sin embargo, a medida que se especializaban, podían alcanzar salarios mensuales de entre 80 y 100 colones. Las opciones de ascenso, en contraste, eran muy limitadas para los jóvenes maestros.  (Molina, p 232)

Actualmente, las cosas en estos aspectos parecen no haberse superado con creces.  Las pasadas semanas han constituido un momento histórico de gran visibilidad y escrutinio para el Ministerio de Educación Pública (MEP), la presente crisis en el sistema de pagos no es un fenómeno aislado o reciente, ha sido tan extenso y común que ha caído en la naturalización, “ha sido siempre así, pero se arregla rápido” dicen algunos educadores. Sin embargo, tanto va el cántaro al agua que termina por romperse.  El problema del sistema de pagos se unió a la transición del sistema de planillas que el gobierno anterior decidió implementar justo en el mes de traspaso de poderes, un hecho que, a primera vista plantea más preguntas que respuestas.

Pero, en medio de este torbellino de opiniones, cuestionamientos, y escrutinios, se evidencia que el problema es mayor que el desorden de pagos, se puede notar un pobre manejo de recursos, desinformación y en general, una deficiente administración.

El MEP, por mandato institucional, debería recibir este año un 8% del PIB, (Programa Estado de la Nación, 2013. p.167), comparado con el anterior 6.4%, supone un aumento de $524 millones (Programa Estado de la Nación, 2013. p.186), este presupuesto es ahora superior al de la inversión en salud, que, según datos del Banco Centroamericano de Integración Económica (s. f.), alcanzó en el 2009 el 6.6% del PIB.

Estos datos hablan maravillas de la disponibilidad de recursos con que cuenta el sistema educativo, pero los constantes reportes del mal estado de las aulas, la presencia prácticamente nula de equipo de cómputo en escuelas rurales, y la calidad de la enseñanza en temas como idiomas extranjeros, tecnología y valores contrastan con lo que se proyecta.

Algún agujero negro parece estar absorbiendo los recursos, algún agujero administrativo donde, entre papeles, burocracia y costumbre, se ha germinado el desinterés institucional. Y sin embargo, a pesar de todo lo intrincado que resulta el MEP, lo trabado que está por burocracia pensada en la primera mitad del siglo pasado, y con todas las fugas de recursos que se presume encierran estas marañas de procesos, se encuentra el mejor y más importante valor del MEP, sus educadores.

Bien es cierto que hay de todo, desde nuestra experiencia, no faltaron los profesores que nos traumaron, que arruinaron de una u otra manera nuestro interés por aprender, los que dudaron de nosotros, los que nos quisieron hacer dudar de nosotros mismos. Los que nos instaban a renunciar, a convertirnos en la estadística de abandono. Los que incluso lo lograron. Y a pesar de esos varios educadores sin fe, que perdieron el norte, que perdieron el sentido (quizás en buena parte por nosotros los estudiantes), estuvieron los que nos marcaron, los que creyeron, los que nos comprendieron y nos dieron “por donde era”, encontrando en nosotros esa chispa de interés, ese destello de comprensión y sembraron la semilla de la curiosidad, nos enseñaron a buscar más, a levantar algún libro extra y a poner atención a las noticias.

Vieron esas cualidades y nos impulsaron a ser parte del cambio (aunque a veces se nos pasara la mano). Sembraron el hambre de saber más y no hemos encontrado saciedad. Hay mucho qué agradecerles a ellos, hay que dar gracias porque supieran abrazar el sistema educativo, el objetivo utópico planteado y hacer su mejor esfuerzo para alcanzarlo. Porque, sin importar la falta de recursos (que se perdieron en el camino) ellos supieron hacer “de tripas chorizo”. Que no se institucionalizaron, que no se deshumanizaron, que no se vendieron ni tuvieron miedo.

Son esos profesores los que saben que el objetivo planteado es inalcanzable, pero siguen intentándolo cada día, un paso más cerca es siempre progreso. Ellos enseñan, educan e inspiran, ellos aman a sus alumnos antes de conocerlos, ellos buscan el potencial sin importar las limitaciones, a ellos les debemos las gracias, por ellos estamos aquí.

Ahora, dentro de todo esta situación que involucra un Sistema Educativo que plasma con claridad sus objetivos en cuanto a la formación del ciudadano, con un cuerpo docente formado (es la expectativa) que tiene la responsabilidad de implementar y hacer realidad en las aulas las líneas de trabajo del sistema educativo pero cuya vocación parece a veces cuestionable y con un Ministerio de Educación Pública que, en buena lid, tiene todo a disposición para hacer vida el sistema educativo pero que la realidad misma es signo claro de pésima administración, ¿qué papel tiene el psicólogo en el ámbito educativo?

 

 

Rol del psicólogo en el proceso educativo costarricense

Dentro del alcance del Psicólogo Educativo en nuestro país, existen una amplia gama de visiones sobre las funciones como tal que van a ser desempeñadas. En Costa Rica esta permeabilización es producto de importantes discrepancias entre propuestas teóricas y las expectativas reales que el sistema educativo brinda.

Mena (1992), citado en García, Carrasco, Mendoza y  Pérez (2012), describe al Psicólogo Educativo como “el psicólogo de la unidad o sistema educativo y no sólo de alumnos, cuya labor sería apoyar y asesorar para que el sistema logre sus fines”.

El rol del psicólogo en Costa Rica, debe ser entendido desde el punto de vista de la construcción de nuevas alternativas de solución. Vistas estas según Banz (2002), citado en García, et al (2012), como quien debe tener como deber el poseer una concepción de la escuela como organización que aprende, por lo que su labor debe ser de promotor de y colaborador del cambio que en esta se produce, más que de hacedor directo. Este, entonces, no debe ser visto como solucionador de problemas y conflictos internos sino para participar en la co-construcción de intervenciones en las que aporta su mirada psicológica.

La anterior definición deja al Psicólogo Educativo con la apertura a una gran heterogeneidad de funciones, que, sintetizando las señaladas por Forns (1994), Campos (1995) y Hernández (2008), citados en García, et al (2012), se menciona a continuación:

 

 

a) Funciones de integración de la diversidad: Que implica la detección, valoración y definición de estrategias de intervención escolar de las necesidades educativas especiales y de las alteraciones en el desarrollo madurativo, educativo y social de los alumnos, a fin de lograr el desarrollo de las potencialidades de todos estos.
b) Funciones de mejoramiento de la convivencia: Que implica la promoción de valores como el respeto y la convivencia, y la evaluación e intervención continua de problemas de comunicación, clima, disciplina y violencia escolar.
c) Funciones pedagógico-curriculares: Que incluye todas las actividades dirigidas a mejorar el acto educativo, adecuándolo al contexto, lo que implica promover y asesorar innovaciones pedagógicas; formar y guiar a directivos, profesores y apoderados, y colaborar en la elaboración de diseños curriculares y programas educativos.
Fuente: Forns (1994), Campos (1995) y Hernández (2008), citados en García, et al (2012)

 

De manera independiente, de las funciones antes destacadas, existen demandas individuales y colectivas que intervienen la realización de tareas específicas. Estas son definidas por sistemas educacionales y ministerios. Tal es el caso en nuestro país, el cual posee al Ministerio de Educación Pública (MEP), este órgano es el encargado de velar por que las necesidades administrativas y económicas del establecimiento normativo de funciones y roles sea clara y concisa.

El desarrollo de nuevas áreas de alcance en Costa Rica, se ve impregnada desde las limitaciones que el sistema educativo acarrea y aumenta con el paso de los años. Esto trae consigo el vínculo del psicólogo educativo a un modelo clínico de intervención en donde se pone énfasis en los alumnos con problemas, se dirige toda la acción hacia ellos y no se permite mayor impacto en el sistema educativo (Redondo, 2007).

García, et al (2012) denominan a este fenómeno “la patología del alumno”, en donde los adultos de la comunidad docente le atribuyen este campo de acción al Psicólogo Educativo.

Esta tan desdichada situación pone de manifiesto las “consecuencias de no distinguir entre el marco de referencia que se utiliza para abordar los eventos del comportamiento (su análisis e intervención) y la aplicación de estos marcos a diferentes situaciones o contextos del ejercicio profesional” (Orantes, 1981, p.186).

Este desconocimiento de distinción que los centros educativos, Sistemas Educacionales y Ministerios, que para el presente caso de análisis correspondería mencionar al MEP, tienen del rol del Psicólogo Educativo, hacen que éstos esperen que él solucione “mágicamente” cada problema en forma aislada a través de sus propias capacidades, sin involucrar al sistema, lo que se asocia con una visión del mismo alumno como una entidad separada, y no como parte de un sistema en el que todos los actores de la escuela se encuentren inmersos (Selvini y Cirillo (1997), citado en García, et al (2012).

Cabe destacar que lo anterior, también es producto de la adopción a nuestro sistema de corrientes o ideas distintas y de producción realizada en otras latitudes que vendrán a impedir de gran manera el desarrollo de nuevas áreas de alcance en Costa Rica, anteriormente señaladas;  ya que se intenta hacer comparación o intervenciones según se realiza en otras circunstancias y contextos lo cual genera que “al absorber directamente cuerpos de conocimientos que no encajan directamente en nuestra realidad, se van creando desajustes en nuestras escalas de prioridades que impiden el desarrollo de una conceptualización y líneas de trabajo atingentes a nuestros propios repertorios de problemas” (Orantes, 1981, p. 180).

Destacando entonces que existe una dependencia y sometimiento a otros parámetros culturales, si en la praxis la búsqueda de soluciones se ve manchada por el cuestionamiento de no saber o tener el problema identificado previamente, lo que sí es cierto es el desvariar de corrientes y técnicas producidas en otras latitudes la que generan la controversia al querer plasmarla en la realidad propia del Sistema Educativo (Orantes, 1981).

            En este sentido, a través de este texto, queda claro que, el rol del Psicólogo Educativo debe estar definido en un ejercicio profesional de su función, donde pueda contribuir con su formación a un mejoramiento social.  No corresponde al psicólogo cumplir con tareas administrativas, ni en burocracias educativas que le alejen de su misión como profesional de la psicología, sino que en primera instancia le corresponde hacer respetar su condición de psicólogo.  Dentro de un sistema educativo confuso, manchado por la corrupción, la desigualdad y muchas otras enfermedades, cada uno debe luchar por retomar la misión para la cual se formó.  Maestro, director, psicólogo, investigador, etc deben cumplir con su labor ordenadamente y así establecer un trabajo integral, en conjunto, que una esfuerzos para llevar a la sociedad costarricense siempre a un escalón superior en el conocimiento, la formación integral y cumplir, con hacer los fines de la educación una realidad más palpable.

 


 

BIBLIOGRAFIA

Banco Centroamericano de Integración Económica (s. f.) Ficha Estadística de Costa Rica. Disponible en http://www.bcie.org/uploaded/content/article/271417695.pdf

Figures, J. (1957). Ley Fundamental de Educación Disponible en http://www.apse.or.cr/webapse/legdoc/leg02.htm

García, C; Carrasco, G; Mendoza, M  y  Pérez, C.  Rol del psicólogo en establecimientos particulares pagados del Gran Concepción, Chile: Un proceso de co-construcción.Estud. pedagóg. [online]. 2012, vol.38, n.2 [citado  2014-05-29], pp. 169-185 . Disponible en: <http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-07052012000200011&lng=es&nrm=iso&gt;. ISSN 0718-0705.  http://dx.doi.org/10.4067/S0718-07052012000200011.

Orantes, A. (1981). La psicología educativa en nuestro medio: problemas y perspectivas.            Escuela de psicología , UCV. Junio- Setiembre. Vol. VIII, Nos 2 y 3.

Programa Estado de la Nación (2013). Cuarto Informe Estado de la Educación. San José, Programa Estado de la Nación. Disponible en http://www.estadonacion.or.cr/files/biblioteca_virtual/educacion/004/8-Cap-3.pdf

Redondo, J. (2007). Aportes del Psicólogo Educacional a los Establecimientos Educativos. Consultado en Mayo 28, 2014, disponible en:  http://www.opech.cl/bibliografico/calidad_equidad/aporte_psi_educ_centros_educativos.pdf.